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La mente como máquina: Los signos que derivan en acciones.

Las acciones que llevamos para interactuar con el mundo exterior que podemos percibir, están basadas en un proceso mental que ocurre en un plano imaginario de nuestras mentes, en el cual ocurre la semiosis. Todos aquellos signos que forman parte de nuestro propio pensamiento y, si cabe decirlo, identidad, funcionan en conjunto para crear una maquinaria de acciones.

En las primeras entradas hablé de los sistemas semióticos bajo una interpretación peirciana, expuse cómo el conjunto de signos que están interrelacionados y su interdependencia hace que se forme el sistema, desde donde se actuará. Si pensamos en ese sistema construido constantemente de nuevas significaciones, los signos interpretados tendrán una significación variable de acuerdo al contexto. Pero es el sistema el cual, con base en los signos ya existentes, interpretará otros signos y esto se transformará en una o más representaciones mentales variables y, de cierta forma, únicas.

El plano imaginario donde ocurre la semiosis está dividido en dos: el plano mimético y el plano semiósico (Vaninni, 2007).

En el primero los referentes son interpretados, y con el segundo son performados. Así, los significados que ocurren en estos planos, son consecuencia, en gran medida, de acciones sociales. Aquí se determinará el auto conocimiento del ser, de la propia mente y las interpretaciones de la sociedad.

La performación de los signos

La performatividad es la acción continua del discurso, también puede ser la acción continua de un sistema de signos. El punto importante es convertir los discursos en acciones. Una persona actúa basándose en su propio sistema semiótico, performando su propia identidad construida de signos que ha obtenido durante toda su vida.

La violencia es el acto performativo de una cadena de signos, aquí deberíamos prestar especial atención a la neurolingüística, donde se explica el proceso mental de las palabras, el tiempo de respuesta entre el signo percibido y la significación es de algunas millonésimas de segundos, esto lo podemos entender  como una velocidad no estandarizada de la semiosis. Y las palabras en su detonación implican emociones y sensaciones que se crean a partir del proceso semiótico.

La violencia se forma y enmarca, así la violencia y la no violencia no son sólo estrategias o tácticas, sino que forman al sujeto (Butler 2010).

Podemos usar el ejemplo de la violencia como una forma de estudiar la ontología a partir de la estructura de sistemas semióticos. Y así como la violencia actualmente ha invadido los medios de comunicación, las semiosis acerca de ésta se han convertido en un acto normalizador, los medios convirtieron la violencia en lo normal, lo cotidiano.

Como expone Butler en su libro Marcos de Guerra (Paidós, 2010), el sujeto es violentado desde el momento en el que nace, pues se le asigna un género y con éste devienen una infinidad de signos adheridos a éste, los cuales generan un comportamiento esperado de los sujetos, reduciendo así sus verdades opciones de expresión humana. El sujeto está controlado con violencia pasiva desde el momento en el que nace.

La repetición como acto normalizador

Aquello a lo que la sociedad da la significación de lo “normal”, es la repetición continua de la performatividad de los discursos. Aquí es interesante notar como los actos normalizadores han devenido con gran variedad a través de las civilizaciones.

El acto normalizador estará regulado de forma multidisciplinar donde podemos intersectar elementos como la economía, la geografía, el momento histórico, la cultura y, actualmente, los medios de comunicación tradicionales: El cine, la radio, la televisión y la prensa. Si la performance ocurre en estos medios, el acto normalizador será asimilado más rápido y reproducido por la sociedad.

 

Por lo tanto, no debemos dejar de tomar en cuenta que así como el signo puede crear al sujeto, la sociedad también crea al signo.