Archivo del sitio

Posporno: un acto de resistencia y contradiscurso

El posporno se contrapone al discurso normativo del porno tradicional, ya que éste está pensado, producido, grabado, editado y consumido principalmente por un público masculino. El posporno se convierte en una herramienta contradiscursiva a la normatividad estética, política, corporal y sexual  del porno tradicional.

En el porno tradicional encontramos una normatividad de los cuerpos masculinos y femeninos, donde se plantean como “perfectos” cuerpos femeninos con pechos y caderas grandes y piernas torneadas. Y cuerpos masculinos con grandes músculos y penes enormes. Este es el discurso normativo corporal que encontramos en el porno tradicional. La realidad es que estos cuerpos son producidos por muchos factores tecnológicos, desde el maquillaje y la edición hasta los implantes de silicona. El posporno no busca representar esos cuerpos híper producidos, en lugar de eso, posiciona cuerpos comunes, sin operaciones ni maquillaje, ni efectos de luces ni prácticas tecnológicas. La razón de esto es mostrar los cuerpos como son mayoritariamente, no pretende segmentar en “cuerpos reales” y “cuerpos producidos”,  es una práctica artística-política donde los cuerpos se convierten en una serie de discursos que rompen con el régimen hegemónico de la representación de la sexualidad.

Se trata de convertir los cuerpos en “visibles” a través de la apropiación de un espacio controlado patriarcalmente. El posporno es un acto de resistencia, producido mayoritariamente por mujeres y pensado también para mujeres. Pero también es producido y consumido por aquellas personas que no se sientan representadas por el porno tradicional. Aquellas multitudes que no teman a la experimentación de una sexualidad no hegemónica heterosexual. El posporno es para cualquiera que quiera liberarse de las normatividades corporales y de prácticas sexuales.

Es la articulación de los discursos y prácticas de Deleuze, Butler y Preciado. Es un efecto de la teoría queer. La práctica posporno no busca entender o explicar nada, busca transformar lo existente. Una subversión a la Clínica foucaultiana, una desujeción de la biopolítica y la somatopolítica, liberarse de la política del gobierno de los cuerpos, ya sean libres o política y médicamente patologizados. Los sujetos pueden posicionarse fuera de las normas.

Si los elementos visuales semióticos en el posporno se utilizaran como una herramienta pedagógica obtendríamos varias generaciones de personas que acepten, más que la igualdad, las diferencias. Que entiendan que hay cuerpos y prácticas que no deben seguir una gramática de consumo masculino. Los cuerpos en el porno, ya sea tradicional o posporno, son máquinas productoras de significados, y el consumo continuo de cualquiera de éstos producen significaciones que pasarán a ser parte de los sistemas semióticos de aquellas personas que lo consuman.

La sexualización de la violencia es un ejemplo ideal del habitus pornográfico tradicional. Si observamos con detenimiento el porno heterosexual es común que dentro de la práctica sexual se violente de alguna manera a las mujeres. Durante el acto sexual retratado en la pornografía veremos golpes moderados, cachetadas, jalones de cabello y un lenguaje ofensivo. No confundamos esto con la práctica sadomasoquista, donde hay un acuerdo previo de las prácticas corporales (que para ese efecto práctico, no es violencia). Lo que sucede es que se cree que esos golpes y ese maltrato forman parte del acto sexual, por tanto se vuelve parte de la práctica sexual y por lo mismo, muchas veces es soslayada, sin embargo, al ser una práctica no acordada, es un acto violento.

Como mencioné antes, muchos consumidores de porno han aprendido a tener relaciones sexuales a partir de éste por lo que recrean aquello que ven en las películas. La práctica violenta se perpetúa bajo un sistema de significaciones sexuales normalizado por la industria pornográfica tradicional.

Lo que considero importante es reflexionar sobre los cuerpos y las prácticas sobre estos, pues cuando son mediatizados nos podemos encontrar con muchas trampas visuales. Para combatir eso debemos entender los cuerpos y  sus prácticas como productores de significados que podemos utilizar. Reapropiarnos de nuestros cuerpos sujetos a las normas estéticas, políticas y jurídicas.

Esta breve entrada sobre el posporno, debo decir, que más que explicativa es reflexiva. No busco evangelizar sobre el porno o el posporno, considero que ambas prácticas contienen procesos simbólicos interesantes. Tampoco pretendo hacerme pasar por un experto de estos temas, para eso están los creadores y creadoras del porno y el posporno. También sé que no mencioné a Annie Sprinkle, pero eso espero hacerlo un día no muy lejano y dedicarle a su trabajo una entrada completa. También sé que faltó mencionar el trabajo pornoterrorista de Diana Torres, pero como con Annie, su trabajo merece su propia entrada.

Si quieren informarse más sobre el posporno y otras cosas interesantes, les recomiendo muchísimo dos documentales:

“Mutantes: Punk, Porn and Feminism “dirigida por Virginie Despentes, lo pueden encontrar en el catálogo de Netflix de EEUU y “Mi sexualidad es una creación artística” de Lucía Egeña Rojas. Ambos documentales muy buenos, con excelentes entrevistas a los y las principales creadores y creadoras de este género.